La tafenoquina está transformando el tratamiento de la malaria por Plasmodium vivax
Por: Edison Soto y Emma Margarita Iriarte
Eliminar la malaria en América Latina ya no es un objetivo lejano. Aunque la carga de la enfermedad sigue concentrada principalmente en la región amazónica –especialmente en Brasil, Colombia, Perú y Venezuela, que juntos aportan más del 90 % de los casos del continente–, la transmisión ha disminuido de manera sostenida desde el año 2000 gracias a avances en salud pública y al compromiso de gobiernos, comunidades y organismos internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). En contraste, Mesoamérica se encuentra entre las regiones del mundo más próximas a lograr la eliminación: su transmisión es hoy de baja intensidad, y dos de sus países –Belice y El Salvador– ya han sido certificados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como libres de malaria. Alcanzar este hito –y evitar su reintroducción– dependerá ahora de estrategias locales sólidas y de innovaciones terapéuticas que faciliten el tratamiento.
Uno de los pilares técnicos de este avance es la estrategia DTI-R, implementada a través de la Iniciativa Regional para la Eliminación de la Malaria (IREM). Esta estructura organiza la respuesta en cinco componentes fundamentales: detección, diagnóstico, tratamiento, investigación y respuesta; bajo un enfoque territorial y de financiamiento basado en resultados.
Microplanificación: la clave para cerrar las brechas finales
Para ser efectiva, la estrategia DTI-R debe ejecutarse a nivel local. Esto se realiza mediante procesos de microplanificación en cada foco o microárea donde se registran –o se han registrado recientemente– casos de malaria. Este enfoque territorial permite responder más rápido ante cambios epidemiológicos, organizar de manera eficiente los recursos y acercar servicios esenciales a las comunidades más afectadas.
Además de optimizar esfuerzos, la microplanificación fortalece el papel de actores locales, un componente esencial en países donde la transmisión persiste de manera esporádica. Este tipo de organización es hoy indispensable para cerrar las últimas brechas en la ruta hacia la eliminación.
¿Qué estrategias se integran en el DTI-R?
En contextos donde la movilidad humana influye en la transmisión, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) recomiendan que las estrategias operativas de eliminación, como el DTI-R, integren herramientas como la quimioprevención y la cura radical. En el trabajo de la IREM, esta opción terapéutica no se plantea como un complemento externo, sino como parte integral de la “T” del DTI-R (tratamiento), articulada con la detección, el diagnóstico, la investigación y la respuesta.
Quimioprevención: actuar antes de que aparezcan los síntomas
La quimioprevención consiste en administrar un tratamiento completo de primera línea no solo a personas infectadas, sino también a quienes se encuentran en riesgo. Las modalidades incluyen:
- Administración Masiva de Medicamentos (MDA): dirigida a toda la población de una localidad.
- Administración Focalizada (TDA): aplicada a grupos de alto riesgo o zonas de alta movilidad.
- Administración Reactiva (RDA): se activa tras un caso confirmado y se extiende a sus contactos cercanos.
Cura radical: eliminar las formas latentes del parásito
En los casos de malaria ocasionados por el parásito Plasmodium vivax, la cura radical, definida como la eliminación de los parásitos tanto en la fase sanguínea, activa, como en la fase hepática, latente, busca eliminar las formas del parásito que pueden provocar recaídas semanas o meses después de la infección inicial. Históricamente, este tratamiento ha combinado cloroquina y primaquina durante 7 a 14 días, un esquema que puede dificultar la adherencia, especialmente en áreas rurales.
Tafenoquina: una innovación que transforma el tratamiento
En este escenario, la introducción de la tafenoquina representa un avance importante. Este medicamento permite alcanzar la cura radical con una sola dosis, facilitando significativamente la adherencia. Sin embargo, tanto la tafenoquina como las dosis elevadas de primaquina requieren precaución, ya que pueden generar efectos adversos graves en personas con deficiencia de la enzima G6PD (glucosa-6-fosfato deshidrogenasa). Por ello, la OPS recomienda realizar pruebas semicuantitativas de G6PD antes de su administración.
Una hoja de ruta elaborada por la OPS orienta a los países sobre cómo incorporar estas herramientas de manera segura y efectiva. Brasil ya marca el camino: en este país suramericano, la prueba de G6PD y la tafenoquina forman parte del sistema público de salud gracias al liderazgo del Ministerio de Salud y al trabajo conjunto con las comunidades. Recientemente Perú también incorporó estas herramientas en la pauta terapéutica de malaria por P. vivax.
En Mesoamérica y la región andina, varios países también avanzan en esta dirección. Costa Rica, miembro activo de la IREM, ha decidido integrar la tafenoquina en su estrategia para prevenir el restablecimiento de la transmisión. Guatemala, Honduras y Colombia se encuentran también en etapas avanzadas de su incorporación.
Un momento decisivo para la región
América Latina y el Caribe enfrentan hoy una oportunidad histórica en la lucha contra la malaria. La combinación de una carga cada vez menor de malaria con enfoques innovadores como la quimioprevención y la cura radical hace que la eliminación sea viable, pero alcanzar este objetivo requiere determinación, trabajo territorial y capacidades técnicas sostenidas.
Las herramientas están disponibles. El desafío ahora es integrarlas de manera efectiva para proteger a las poblaciones en riesgo y consolidar los avances logrados. La eliminación de la malaria en nuestra región está al alcance: este es el momento para profundizar lo aprendido, innovar y fortalecer los sistemas de salud que lo harán posible.